2.2.11

Aquí y allá

Aquí despiertas y, al momento de encender todos esos hilos que te conectan con aquel mundo, descubres que la gente se revuelve, se queja, se comunica sus miedos reales: bloqueos de calles, granadas, persecuciones. Les agregan el prefijo "narco" porque ese es el lenguaje que se ha utilizado, el normal. Aquí lees y te parece que todo es como una mentira.

Allá tienen miedo.

Aquí sales a la calle y sabes que, cuando conozcas a alguien más, te preguntarán un poco cómo están las cosas - si pueden ir de vacaciones, si tu familia está segura, si sabes más de lo que dicen las noticias. Tú quizá contestarás con unas frases hechas que has preparado para la ocasión. Depende del día, hablarás de la espectacularización de la violencia o de lo mal pagados que están los policías o del gran consumo de drogas y tráfico de armas responsabilidad de Estados Unidos. Depende del día, simplemente no dirás que eres de allá, porque no tienes ganas de que te pregunten.

Allá tienen miedo.

Aquí ves las cosas con la distancia y la seguridad que da confiar en la policía - y sabes que tampoco tienes nada asegurado. Aquí miras y te das cuenta que estás a la misma distancia (o más) que las revueltas de Egipto, que los cambios en Tunez. Aquí te preguntas si de pronto todo se convertiría en la revolución y buscas a la cabeza visible - y no la encuentras. Porque la cabeza visible tampoco te parece claro que sea cabeza. Escuchas aquello de la desintegración del estado, discutes por lo que se debería decir o no, discutes. Piensas. Quieres no sentir.

Allá tienen miedo.

Aquí lees conteos de muertos - y la pertinencia metodológica y política de los conteos de muertos. De chicas colgando sobre puentes. De granadas. De lex talionis: de ojo por ojo, diente por diente, espalda por espalda, hijos por hijos, tierras por tierras. De cantantes pop que violan chicas. De obispos hocicones. De obispos muertos. De alianzas políticas imposibles. De previsiones políticas, no ciudadanas. De parar la sangre - como si lo que pasa fuese una herida profunda y como si los cientos y cientos de palabras que se escriben pudieran ser un torniquete que se aplica, se aprieta y se conserva ahí, para evitar que sigan saliendo los litros y litros de esperanza o cinismo teñidos de rojo que se van a la alcantarilla.

Allá tienen miedo.

Aquí, un buen día, te das cuenta que tú también tienes miedo. Y lo peor: no sabes ni a qué.

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