26.1.11

Amor de lejos

Somos las que contamos las horas hasta que llega el próximo avión. Las que nos sentamos en el autobús de regreso preguntándonos cuándo, siempre, otra vez, cuándo. Las que cazamos las ofertas de las aerolíneas y los trenes. Las que maldecimos bajitalamano nuestra cuenta de banco cuando vemos algo que quisiéramos, pero no podríamos comprar. Las que hemos recuperado el hábito de escribir cartas y enviarlas por correo normal. Las usuarias vicarísimas de Twitter, de Facebook, de los chats y los emails, pero siempre en código. Las que comenzamos a encontrar baratas las tarifas de SMS internacionales. Las que nos imaginamos la vida en otra parte.

También somos las que atamos los celos con lazos y llamadas telefónicas. Las que nos hemos cansado de escuchar aquello de "amor de lejos, amor de pen---". Las que miramos la agenda, planeamos en seis meses y nos preguntamos si en seis meses todavía tendrá sentido tener un boleto de avión... y sacudimos la cabeza para espantar el pensamiento y la tristeza que lo envuelve. Las que nos preguntamos para qué, cómo o en qué momento cedimos la comodidad de nuestra casa para pensar en otras fronteras. Las que nos maravillamos de saber que nada estaba dónde nos habían dicho que podía estar: las que sabemos que hay muchas formas de encontrar un tesoro.

Esas somos. En esta esquina del mundo. Y en muchas otras.

(pensando en mariana m* y en la tocaya ther...)

24.1.11

Hablando de sed

Voy al gimnasio a las 7 de la mañana porque sólo medio atontada por el sueño soy capaz de embarcarme en cualquier actividad que requiera levantamiento de pesas. Esta mañana, sin embargo, el sueño se me espantó antes (usualmente es en la abdominal 50 en la que digo "¡¿pero yo por qué estoy despierta y qué estoy haciendo aquí?!").

A la entrada del gimnasio hay un dispensador de periódicos gratuitos. El titular de hoy (del ADN de hoy) es "Rajoy afirma que España tiene 'sed de elecciones'". Tengo que confesar que la declarativa me despertó del todo. Me quedé pensando en el señor Rajoy - lider del Partido Popular, la oposición de derecha en España - mientras llenaba mi botella de agua. ¿Qué querrá decir realmente con "sed de elecciones"?.

Mientras me peleaba con una de esas pelotas enormes de gimnasio, no podía dejar de pensar en Rajoy y, entre otras cosas, las elecciones generales en Portugal ayer. El país vecino sufrió unas elecciones con la mayor abstención de su historia. Y luego al cambiar a unas pesitas de dos kilos - que resultaron demasiado pesadas para mis brazuchos - también pensé en los 30 mil belgas que salieron el mismo domingo a la calle a exigir que los partidos se pongan de acuerdo y formen, de una vez por todas, un gobierno para el país.

Y sigo pensando en la sed de elecciones, de urnas del Señor Rajoy (empiezan las abdominales). Entre el conteo rítmico de la instructura (8, 7, 6... última serie...) lo escucho diciendo que el gobierno actual es de "ocultación, improvisación y cálculo ventajista".

Se acaban las series y la profesora dice. "Tomen un trago de agua". Yo, que tengo sed, sigo la instrucción. Pero me queda la duda si la que tendrá sed no será ella, o si, don Mariano, el que tiene sed de urnas es usted mismo - pero lo refleja en los demás como una mamá pide a sus hijos que se pongan el suéter cuando tiene frío. En buen plan, sólo le comentaria una cosa: no ponga demasiada fé en que la gente vote por usted. O haga algo para evitar la abstención. Porque de otra forma, todo, pero todo, puede suceder.

Sólo un consejo, don Mariano: no se vaya a usted a decepcionar. Casi creo yo que la España que usted dice que tiene sed es un adolescente que, o no va seguir su orden por llevar la contra o por decepción en su figura (ah, la abstención); o va a votar en su contra porque, honestamente, no parece usted ofrecer ninguna cosa nueva.

23.1.11

De los años, como flores de invierno...

Esta vez me costó un poco más de lo usual - una semana y un día. Dos nacimientos. Una sorpresa avasalladora. Tres bolsas llenas de papel directas al reciclaje. El cuento de la pérdida y la recuperación del título profesional. Cuatro horas de gimnasio. Una tarde de películas en televisión. Un día encerrada en casa, en pijama, limpiando. La lenta aceptación de la pérdida de una amiga querida. Eso me cuesta pasar un cumpleaños.

Tengo un año más. Y, a pesar de la "ruptura", más amigos de los que aparecen en el conteo de 1979 para acá. Me enorgullezco. Me alivio - yo, que necesito atención y compañía, consejo, abrazos y llamadas telefónicas; me alivio de que mis inversiones en amigos sean más estables (mucho más) que mi cuenta bancaria.

Algunos se asoman a este blog. Algunos de mis amigos, y otros de mis amigos-familia... y otros amigos que ni siquiera conozco, pero que me leen y me piensan. Y por eso, porque algunos se asoman, me doy permiso de ser cursi. Y darles las gracias.

Nada sería lo que es sin ustedes. Especialmente sin tí, je weet wie.

13.1.11

Pancita llena, corazón contento



Hay una razón superior a mí por la que no me pongo a dieta: me pongo de pésimo humor. El saber que no puedo comer lo que me da la gana comer me frustra, me entristece, me agobia. Desde este "conflicto" tan profundamente oligarca y clasemediero, me atrevo a abordar otro: el de la gente que de verdad no tiene que comer.

Ir a México es enfrentarte con ciertas realidades que a veces quisieras olvidar: un montón de niños en la calle, trabajando o pidiéndote dinero para algo, para lo que sea. En el fondo, lo que más te duele es que pasen hambre y frío. Porque nadie debería de hacerlo.

La pregunta es cómo lo evitas: ¿dándoles un sandwich y una cobija? ¿Un trabajo? Quizá, pero un trabajo para ellos, o para sus padres, que estén bien pagado, que sea digno. He vivido de cerca los esfuerzos para llevar trabajo a zonas rurales - no sólo es intentarlo, es además una labor de coordinación y compromiso de cerca. Un verdadero compromiso.

Hay muchas maneras de mejorar México - muchas, además de contar los muertos y avisarles a los que no lo saben que se están muriendo. Una, quizá, es ponernos a pensar en cómo se puede dar un buen trabajo, una mejor alimentación, un futuro más promisorio. Y creo que, por lo menos, pasa por que los que tienen personal doméstico les den un sueldo digno, seguro social, una sensación de avance.

En todos mis deseos para 2011, me uno a estos expresados en el video hecho por Santiago Pando. Que nos imaginemos cómo quitarle el hambre a México. Algo me dice que así también dejaríamos de contar los muertos.

12.1.11

Misterios texanos

En mi viaje de fin de año a México, tuve dos breves paréntesis texanos. En el primero sólo "disfruté" del aeropuerto Intercontinental de Houston durante cuatro horas y en el segundo estuve 23 horas en Houston. Algunas postales.

1.
En la fila para pasar migración, unas veinte personas antes que yo, estaban unos chicos de rasgos medio-orientales. Bueno, él, porque ella llevaba niqab: la cabeza y la cara completamente cubierta. Él la trataba bien y, aunque no demostraban muy obviamente su afecto, había una especie de comunicación no verbal que decía que se llevaban bien.

Pero había una pregunta en el ambiente: ¿qué pasaría al llegar al puesto de revisión? Obviamente le harían descubrirse la cara. Pero... ¿podría pedir que la revisara una chica? ¿la llevarían a un sitio aparte? Después de discutir decidimos que no, porque no sería "justo" ni tan "random" como se supone que este tipo de revisiones tienen que ser.

No me quedé con la duda - me pusieron en la línea final justo a su lado. Pudimos observarla durante los últimos quince minutos y ver de cerca cómo respondía su esposo a todas las preguntas del oficial de inmigración, le entregaba pasaportes y más información que traía en su portafolio, hablaba con él, se quitaba los lentes para que le tomaran la foto reglamentaria... Yo quería mirar y no - supongo que como todos los que estábamos ahí. Todos mirábamos. Y ella sabía que la mirábamos.

Por fin el oficial le pidió que se descubriera la cara. Y se la descubrió. Yo la ví durante esos pocos segudos, a lo lejos. Intenté buscar algo en su cara que me diera una clave, que me dijera algo sobre ella. No ví, no recuerdo haber visto nada. Sólo una nariz y unos labios delgados, unos ojos negros, una cara sin maquillaje. Unos ojos negros que se perdían más que cuando el resto de la cara estaba cubierto.

2.
"En realidad, nunca nos hemos ido de México", me dijo él mientras íbamos en el autobús 65 que conectaba el Sam Parkway Houston (donde estaba nuestro hotel de aeropuerto) con el centro de la ciudad. Durante 40 minutos vimos letreros de tortillerías, panaderías, washaterías, centros de negocios llamados "Arandas", taquerías en camionetas en el camino. Y vimos subir y bajar personas que se sentían más cómodas hablando en español con acento mexicano que en cualquier clase de inglés.

Ví chicas de apenas 20 años subirse con su madre, su carrito de última generación y su hijo. Hombres que trabajan en construcción - lo dicen sus manos, la postura de su cuerpo - subir de dos en dos, con las bolsas de la compra para la semana. "Menos mal que había panela y todo. Ahora llegamos a la casa y nos hacemos un lonche de verdad, con aguacate y todo". No podía evitar mirar su ropa, sus zapatos llenos de tierra, escuchar sus palabras llenas de añoranza - como a veces suenan las mías.

"¿Tú crees que de verdad vivan mejor aquí que en México?", pregunté, mientras caminábamos por el desierto centro de Houston, sin atractivo, sin movimiento - lleno de estacionamientos y sitios de comida rápida. "Supongo que ahora no... pero deben de estar pensando en una vida mejor en los próximos veinte años".

Regresamos hacia el hotel. Un espectacular de Tequila Herradura competía desde la ventana con los rascacielos de los bancos. Me sentí más lejos de México que nunca.