El monstruo gritaba. Su boca espantosa, con halitosis como siempre, reclamaba que quería todos los números sobre la mesa, todas las reservaciones, todo previsto. Que necesitaba saber punto por punto qué iban a hacer en ese viaje. Una de las mujeres sentadas ahí, harta, contestó: "No te preocupes - te pasaremos el viaje punto por punto, como si fuera un tour para la tercera edad". El monstruo ni se inmutó. Yo miré a la otra mujer y me dí cuenta que lo había hecho con gran maldad.
(Luego la mujer en cuestión se viró hacia mí y me dijo: "como se nota cuando la gente no ha viajado". Ah, la maldad).
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