Primera noche en Madrid - El Metro
Tarde, 13 de marzo. Recorrimos Barajas asombrados por la falta absoluta de controles: nadie nos pidió los boletos que identificaban a nuestras maletas, ni identificación, ni nada. Supongo que la fila enorme que hicimos en el Charles De Gaulle y la mala cara del oficial de migración en París habían pagado algo. Llegamos al metro, compramos un boleto por diez viajes y saqué la hoja donde había impreso los datos de la reserva (así se dice allá, porque "reservación" - me explicaron - es un anglicismo tomado de "reservation") del hotel. Según los datos, teníamos que bajar en la estación Parque de las Avenidas.
Primero subimos a la pulcrísima estación Aeropuerto en la línea 8. Una de las recomendaciones más constantes que escuché desde México fue: "tengan mucho cuidado en el metro de Madrid". Demás está decir que subimos paranoicos, acompañados de decenas de madrileños paranoicos por las recientes explosiones. Después de dos cambios de línea, llegamos. Parque de las Avenidas resultó ser mucho más sucia que la estación Barajas. Salimos del metro y nos dimos cuenta que en el mapa de barrio (que, por cierto, sólo estaba por fuera) no aparecía ninguna de las calles referenciadas sobre el hotel. Miedo.
Preguntamos en la taquilla y nos dijeron que entráramos una vez más, que en realidad nuestra parada era la próxima. Otro paseo en el metro de 1.10 euros. Mucho más corto. En la siguiente estación quisimos revisar antes que estuviéramos cerca, pero resultó que el mapa de nuevo estaba a afuera. Preguntamos a algunos transeúntes. Entonces se acercó Maruja.
Maruja era una española bajita, de andar y hablar afectado, casi andaluz. Tomó con su mano regordeta mi mapa y comenzó a darme instrucciones que se concatenaban mientras agitaba violentamente su melena rubia. El Duque la miraba con horror. Yo, con respeto. La mujer era sumamente amable y conocía el barrio, pero estaba tan nerviosa que sólo acertaba a darme una referencia sobre otra. Medio le entendí.
Al final, me preguntó que de dónde veníamos. Le dijimos que de México. Comenzó entonces a hablar de su hermana, que se llama Guadalupe y que celebra mejor con los mexicanos que con los españoles. El Duque ya estaba nervioso. Yo le agradecí y salimos caminando. Era casi imposible recordar, pero me fui siguiendo sus menciones de marcas. "Y cuando llegues a la esquina, te acuerdas, me dijo Maruja que la esquina cruzara". Y cruzamos. Caminamos hasta el tanatorio - ahora sé que así se llaman las capillas de velación en España. Enfrente, estaba el hotel. Agradecí tanto a Maruja que casi deseé regresar a abrazarla.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario