16.4.20

Evidencias

Compartimos un jardín interior con varias familias. Desde hace cinco semanas que estamos encerrados, los niños de las familias - todos menores de 12 años - juegan juntos. Para fines prácticos, vivimos en una especie de comuna. Intento hablar y postear poco de ello porque, un día que lo hice con una amiga de Barcelona, levanté ampollas. “¿Y estás segura que pueden hacer eso?”. Yo me lo había preguntado. Vivo en una esquizofrenia de saber las normativas y los límites de los tres países en donde mi corazón tiene residencia - más los que escucho de mis amigos en el resto del mundo.
Sí. La normativa holandesa dice que podemos hacer eso. Que los niños pueden jugar, correr, salir. Tener una vida un poquito normal. Los padres no - los padres tenemos que mantener nuestro metro y medio de distancia. Aunque a veces se nos olvida: como hoy que sin pensar la otra vecina latina y yo nos dimos casi un abrazo.

Pensar en los niños españoles me angustia. En los niños y en sus papás. En la locura de cinco, seis semanas en el encierro. En la realidad de que muy pocos tienen una terraza o aunque sea un balconcito para que les dé el sol, para asomarse al mundo. Me parece una locura que los perros puedan salir pero no los pequeños.

Peor me parece pensar que muchos están encerrados en sus casas, y sus padres además de mantenerlos cuerdos tienen que ponerlos detrás de una pantalla a que hagan tarea y luego mandar evidencia de que han trabajado a les profes... porque no se vayan a atrasar. No vayan a perder el año...

¿Cómo explicarles que tienen que seguir como si nada? ¿Cómo, si aun en los países en los que podemos sacarlos a que les dé el aire y el sol están ansiosos?

Sí, pueden ser asintomáticos y convertirse en un riesgo para los iaios que tantas veces los cuidan. Pero es que no se trata de que se vayan a ver a los abuelos (tristemente). Se trata de que puedan salir a respirar en medio de tanta locura, a ser niños. La única evidencia que deberían de presentar en estos días es la de su sonrisa.

Escucho a mi niño dormir en la planta de arriba. En la mañana, mientras yo contestaba un correo, él se fue a jugar con los vecinos y regresó, emocionadísimo, a mostrarme que alguien le había prestado un disfraz de Spiderman. Sabe que algo está “mal”. Extraña a sus maestras, a sus amigos. Pregunta todo el día si podrá ir a la escuela el día siguiente. Sus maestras nos mandan videos y canciones y mensajes para saber que estamos bien. Es todo muy dulce y muy triste y muy patético. Y me enoja pensar qué hay niños que están encerrados que encima tienen que mandar evidencia de que están trabajando.

Aplausos de pie a todes, madres y padres y profesores, que intentan mantenerse y mantenerlos cuerdos. Mi admiración a mis amigues y a los que no lo son que están intentando que sus hijes simplemente salgan de la cuarentena cuerdos. Qué más da si necesitan hacer un poco más de mates el año próximo. Alguien, sin embargo, debería darse cuenta que el costo de tenerlos encerrados puede ser mucho mayor a largo plazo de lo que se espera. Como un volcán por estallar. Y eso dejará muchas, muchas evidencias.

1 comentario:

Unknown dijo...

Sin palabras y como siempre mi admiración. Un abrazo.