Terminar las vacaciones no ha sido nunca un asunto fácil. Mucho menos es despedirse de la playa desierta donde las últimas dos semanas se han caminado interminables kilómetros, hecho optimistas y amorosos planes, investigado las costumbres de la flora y fauna local. Pensando, casi en silencio - en el murmullo de un idioma que no terminas de hablar - ahora extraño el sonido del mar, el agua de coco de la mañana, las estrellas entre las que se ven constelaciones casi desconocidas - clarísima la cruz del sur. Regreso a la grandísima ciudad, a los pendientes, al proceso de realizar los planes. A esa vida real que parece menos real que el arroz blanco recién cocido y los buenos días a media mañana.
Suspiramos. No es que el futuro sea poco promisorio. Es que el presente - ahora pasado - era aquello que esperábamos en nuestros sueños.
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1 comentario:
Bellísimo texto. Bellíssimas expectativas, I presume...
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