Esta semana, un diario paulista recordó un verano especial: entre 1987 y 1988 (verano brasileño, esto es) unas quince mil latas inundaron el litoral brasileño, especialmente entre Río de Janeiro y Sao Paulo. Cada una de esas latas contenía un kilo y medio de la mejor mariguana del mundo, probablemente indonesia.
El barco tenía bandera panameña. Había salido de Singapur (donde aún se podía masticar chicle sin restricciones y seguramente cargaron las súper latas) rumbo a Miami. En el camino hicieron una parada cercana a Sao Paulo. Pero alguien sabía de su cargamento...
La tripulación, informada de una posible toma por la policia, decidió dejar caer las latas al mar y huir. Mejor que la mercancía quedara en manos de otros que directamente con la tira. La única persona que fue "inculpada" fue el cocinero del barco... un norteamericano quien, muy probablemente, se había quedado dormido y fue sorprendido y fotografiado...
Según las personas entrevistadas para la pieza del diario - que se va a convertir en un libro y una película - era probablemente una de las mejores mariguanas del mundo. No sólo cambió la manera de consumirla (sólo 2000 latas fueron recuperadas por la policía... el resto por "pescadores" heroicos y amateurs que no querían perder la oportunidad), sino que creo un movimiento cultural. Existía incluso una canción que se llamaba "El veneno de la lata".
Más allá: el verano de la lata permanece hasta hoy en el slang típicamente paulista: cuando algo es "da lata" es que es buenísimo, delicioso, único en su clase, de una calidad extraordinaria. Se aplica especialmente para cuestiones de comer o de beber.
Último pequeño detalle para aprendices naturales de portugués (moi même): las cosas son "da lata" no "de lata". Cuando decimos "da lata" es esa lata en particular, esa cuyo contenido hacía a la gente caminar sin pisar el suelo. "De lata" es de una lata cualquiera.
No de esa de aquel verano.
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