- Ayer terminé clases de la segunda maestría. Ese grupo que difícilmente se ponía de acuerdo salió a caminar y a cenar, con larga juerga incluida. De pronto bromeamos, hicimos confidencias y confesiones interminables. Se preguntaron cosas que habían quedado en el tintero en algún otro momento y comimos plato tras plato. Algo me dice que lo que nos unió fue que ya no nos veremos dos veces por semana. Esa nostalgia por los que nunca fuimos. La saudade, que dicen los portugueses.
- Estoy leyendo Rituales, de Cees Nooteboom. Confieso que las primeras cien páginas me parecieron difíciles, pero no me hice mucho caso porque entendí que podría ser el exceso de información en mi cerebro. Ayer me senté a comer sola en un restaurante. Primero comencé a trabajar en unas hojas que llevaba, pero decidí sacar el libro: el espacio y el plato de pasta al horno me permitirían leer. No sé si fue el vino, el descanso o el olor a pasteles recién hechos, pero comencé a verlo con otros ojos. Me reí incluso con una carcajada ante el descoloque de los demás comensales y la mirada comprensiva de la maravillosa mesera con acento napolitano. Y después encontré eso que a veces quiero decir... y les comparto:
Después de Zita, había tenido una relación bastante larga con una actriz; pero, por fin, ella se lo sacó de encima por instinto de conservación, como quien se desprende de un viejo sillón.
- Lo que más echo en falta de ella - le decía Inni a su amigo el escritor - es su ausencia. Esas gentes no están nunca en casa y a eso te aficionas como a una droga.
2 comentarios:
Se escucha loco para muchos, pero cuán cierto es para quienes lo hemos vivido o peor aún, lo seguimos viviendo, pero sí, a eso también se puede hacer adicto uno...
Abrazos Cin
Hola!...buen post...
Abrazo
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