Yo me siento muy orgullosa por ser de los pocos mexicanos que podremos ejercer el voto desde el extranjero. Me siento obligada a emitir mi voto por aquel candidato que siento puede hacer más - y dañar menos - al país. Al respecto de sobre quién es mi elección... cuando estaba en la secundaria, una de mis maestras (monjas) iba a votar en la elección del 94, por primera vez en su vida, porque se les habían restituido sus derechos de ciudadano a los miembros del clero. Nos daba civismo y constantemente nos hablaba sobre la importancia del voto. Alguien, en algún momento, le preguntó por quién iba a votar y ella contestó: "El voto, señoritas, como está escrito en la Constitución, es libre y secreto. Ergo, voy a votar por Mickey Mouse... no me pregunten más".
Conozco a los príistas. Viví los primeros 20 años de mi vida bajo su gobierno. Conozco la realidad del estado de Tabasco y los estados del Sur que han estado sometidos a distintos gobiernos de izquierda príista, mismos que misteriosamente después se reconvierten al perredismo. Todas esas cosas tan pintorescas. Por lo tanto, conozco a los perredistas: todos esos príistas reinventados que van de populistas. Y lo más increíble es que a muchos los quiero profundamente. Y gracias a otros salí huyendo de ciertos lugares.
De los panistas, qué decir. Están infiltrados en mi familia, lo estuvieron en mi trabajo, en mi vida todo el tiempo. Sé que son unos locos. Sé que están en contra del aborto, de las leyes en pro de los homosexuales y muchas otras cosas sociales que para mí, son muy importantes. Y por otro lado, llevan bien sus negocios - en muchos casos - son listillos, han tenido un primer chance... y no lo aprovecharon muy bien.
No dejen de votar. No es justo. Es la única obligación ciudadana que tenemos si no nos volvemos políticos. No huyan de esa responsabilidad. Y como diría doña Cecilia Suárez en una campaña que ví en mi fugaz paso por la Ciudad de México: si no votas, no te quejes.
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