Que dice Princeton EDU que patronizing es "characteristic of those who treat others with condescension" - la característica de aquellos que tratan a los demás con condescendencia. Que digo yo que detesto minuciosamente recibir correos electrónicos con largas listas de pendientes ante los cuales tengo que responder dando una respuesta puntual, cortés y eficiente.
¿Será que me estoy convirtiendo en el mismísimo cascarrabias? ¿O solamente es cuestión de que se vuelve cada vez más radical ese comportamiento en mí?
Ayer me hablaron de México para contarme cómo avanzan los trámites de la visa. Sí, tendré que alejarme del síndrome de Ulises puesto que se me acaba la ilegalidad. El punto es que el señorcito del Consulado se portó lo más desagradable del mundo con mi delegación. Martha, que es un sol y ya pasó aquí conmigo un mes, me contó que lo había disculpado pensando que también él era español y había heredado las "buenas maneras" que representan a muchos de sus conciudadanos. Pero no. Resultó que era mexicano y un grosero pues... por grosero. En el teléfono, con voz de burlona súplica, Martha me insistía: "por favor... que no se te vaya a pegar..."
Hay que decir que no todos los españoles son grandes brutos incapaces de pedir las cosas por favor. Lo que sí es cierto es que muchos tienen como deporte nacional pelearse... si es a gritos, todavía mejor. Yo incluso he encontrado personas que se molestan contigo si no quieres pelear. Y a mí, la verdad, he descubierto que no me gusta nada pelearme...
Hace frío. Estoy esperando un mensajero que no llega. Tengo la lista de cosas que tengo que tener perfectamente hechas para mañana y no, no quiero. Esto, señores, es lo que se llama ser un rebelde sin causa.
28.2.06
27.2.06
Corazón calientito como café con leche - pero un poco amargo
Absurdo. Me levanté llena de dolores postmigraña. También yo estoy harta de la enésima ola de frío - siempre caigo, siempre, en los engaños perpetuos del cielo mediterráneo. Casi creí que todo había pasado y ahora me pesa más que nunca mi abrigo. Supongo que como armadura en los últimos días de la guerra.
De pronto, dos buenas noticias. Bueno, tres, pero una llegó desde el viernes. La tempranera es que mi querido Bef cruzará el charco este fin de semana y aterrizará en el Londres invernal. Convencida de que todo los ingleses caerán rendidos a sus pies y dolida en mi bolsillo, no podré ir a verle. Sin embargo, no desisto en mi intento de que decida tomar un avión y llegar a la humedísima Barcelona.
Las dos buenas noticias de hoy ponen de manifiesto que soy un poco mala y otro tanto tonta (tatatateteté... qué horror): Sitges no pudo tener rúa de Carnaval por el mal tiempo. Yo, que soy una aguafiestas, la pasé terrible el año pasado en Sitges. Y bueno, no puedo dejar de sentir un cierto confort interno... me parece que es mi venganza indirecta contra el mundo que se emborrachó y me dijo de cosas. Qué mala.
La otra buena noticia me llegó por el blog de Harmodio, a quien no conozco pero cuyas narraciones mínimas me parecen sumamente entrañables. Resulta que unos de sus amigos se pseudo-casaron en Francia. Supongo que era una cosa así como declarar una unión de hecho. Pero su magnífica crónica de sociales (entrada del 14 de febrero) con plumas y carnaval me llenó el corazón de calorcito de café con leche. Además me acordé - muy a tiempo, qué va - que unos queridos amigos míos pasaron por el juzgado el pasado martes para solucionar sus problemas legales. Sé que no leen este blog, pero aún así me congratulo por su valentía y su cariño... que sé que arreglará muchos más problemas que los que causa el Ministerio de Interior.
(También hay malas noticias. Las más malas, que los mineros sepultados en México ya fueron dados por muertos y olvidados, mientras que la España bienpensante se revoluciona de asco porque los principitos decidieron mandar las células madre de la princesititita a Houston para su conservación. Por favor. Yo sé que en México la gente ve el futbol y las novelas para perderse un rato del perenne prime time de su pobreza. Lo curioso es que en España la gente se da tres vueltas con la monarquía y otros temas sumamente relevantes para perderse el prime time de la estupidez bienpensante que genera la prosperidad. He dicho.)
De pronto, dos buenas noticias. Bueno, tres, pero una llegó desde el viernes. La tempranera es que mi querido Bef cruzará el charco este fin de semana y aterrizará en el Londres invernal. Convencida de que todo los ingleses caerán rendidos a sus pies y dolida en mi bolsillo, no podré ir a verle. Sin embargo, no desisto en mi intento de que decida tomar un avión y llegar a la humedísima Barcelona.
Las dos buenas noticias de hoy ponen de manifiesto que soy un poco mala y otro tanto tonta (tatatateteté... qué horror): Sitges no pudo tener rúa de Carnaval por el mal tiempo. Yo, que soy una aguafiestas, la pasé terrible el año pasado en Sitges. Y bueno, no puedo dejar de sentir un cierto confort interno... me parece que es mi venganza indirecta contra el mundo que se emborrachó y me dijo de cosas. Qué mala.
La otra buena noticia me llegó por el blog de Harmodio, a quien no conozco pero cuyas narraciones mínimas me parecen sumamente entrañables. Resulta que unos de sus amigos se pseudo-casaron en Francia. Supongo que era una cosa así como declarar una unión de hecho. Pero su magnífica crónica de sociales (entrada del 14 de febrero) con plumas y carnaval me llenó el corazón de calorcito de café con leche. Además me acordé - muy a tiempo, qué va - que unos queridos amigos míos pasaron por el juzgado el pasado martes para solucionar sus problemas legales. Sé que no leen este blog, pero aún así me congratulo por su valentía y su cariño... que sé que arreglará muchos más problemas que los que causa el Ministerio de Interior.
(También hay malas noticias. Las más malas, que los mineros sepultados en México ya fueron dados por muertos y olvidados, mientras que la España bienpensante se revoluciona de asco porque los principitos decidieron mandar las células madre de la princesititita a Houston para su conservación. Por favor. Yo sé que en México la gente ve el futbol y las novelas para perderse un rato del perenne prime time de su pobreza. Lo curioso es que en España la gente se da tres vueltas con la monarquía y otros temas sumamente relevantes para perderse el prime time de la estupidez bienpensante que genera la prosperidad. He dicho.)
24.2.06
De los cronopios, los famas, los hijos y los cortes de cabello
Yo quería que me cortaran el cabello y no pagar. La única solución era prestar - una vez más - mi cabeza para algún experimento en una escuela especializada que conozco. La verdad es que la cosa es bastante normal: como son cursos para profesionales en activo, la idea es que llegues como si fueras una clienta y ellos se tienen que adaptar a lo que tú estás o no dispuesta a hacer.
En este marco, me senté junto con otras siete chicas a ser "elegidas" y "renovadas". Por mí se decidió una chica madrileña, intensamente nerviosa. Muy buena, pero muy escrupulosa. Lo cual se vuelve más complicado cuando hay que trabajar con una melena tan abundante como la mía. Aclaro: tengo cabello de gato. Delgadito. Pero muchísimo. Eso no se nota hasta que vas por el segundo tubo de pintura o la segunda tanda de cepillazos para deshacerme además los múltiples nudos. El otro alumno escrupuloso era un chico mexicano - que se molestó mucho cuando le pregunté si lo era, pero esa es otra historia. Él tomó como sujeto de experimentación a una chica con una tez nívea, increíble, intensos ojos verdes y cabello muy negro. Le preguntó si le podía cortar mucho el flequillo.
Yo nunca había visto a nadie demorarse casi una hora en cortar un flequillo. Flequillo que, al final, tenía un largo aproximado de tres centímetros. Bendije profundamente que la chica que me eligió. Por que si me hubieran cortado el cabello así... bueno, tendría gran drama.
Como ratones de laboratorio, la casi-blancanieves y yo estuvimos mirándonos todo la tarde, riéndonos de cuando en cuando: vamos, compartiendo el "martirio". Cerca de las siete, llegó la hermana de esta mujer a dejarle a su hija, un terremoto de siete años llamado Asia. Traía consigo una máscara de jirafa que había hecho en la escuela y estuvo hablando con los que quedábamos hasta que se cansó. Intentó que también a ella le cortaran el cabello, se manifestó totalmente en contra del cabello del mismo estilista y esperó, paciente, a que su madre recibiera los últimos toques del estilista y el maestro, quien corrigió los últimos detalles.
Cuando por fin la terminaron, yo todavía estaba en el proceso de corte. El profesor le preguntó a Asia si le gustaba cómo había quedado su mamá (cabello intensamente negro, cortísimo, ultramoderno... destinado a perder la forma en una semana). Asia dudó. Iba a decir algo... Le volvieron a preguntar: "¿te gusta cómo se ve tu mamá?". Asia suspiró ante el súper moderno look de su madre y preguntó a su vez: "¿no la puedes poner pija?".
Todos soltamos una carcajada. Pero en el fondo, entendí el reclamo de la pequeña: sí, para los demás puede ser muy cool que yo tenga una madre muy cool, pero yo lo que quiero es una pija de esas normalitas, como las mamás de mis compañeros. Vamos, ella lo que quería seguro era que le pusieran una melena chocolate con reflejos cobrizos y se lo plancharan... como lo que me hicieron a mí.
El episodio me hizo recordar uno de mis cuentos favoritos de Cortázar, "Educación de Príncipe"
En este marco, me senté junto con otras siete chicas a ser "elegidas" y "renovadas". Por mí se decidió una chica madrileña, intensamente nerviosa. Muy buena, pero muy escrupulosa. Lo cual se vuelve más complicado cuando hay que trabajar con una melena tan abundante como la mía. Aclaro: tengo cabello de gato. Delgadito. Pero muchísimo. Eso no se nota hasta que vas por el segundo tubo de pintura o la segunda tanda de cepillazos para deshacerme además los múltiples nudos. El otro alumno escrupuloso era un chico mexicano - que se molestó mucho cuando le pregunté si lo era, pero esa es otra historia. Él tomó como sujeto de experimentación a una chica con una tez nívea, increíble, intensos ojos verdes y cabello muy negro. Le preguntó si le podía cortar mucho el flequillo.
Yo nunca había visto a nadie demorarse casi una hora en cortar un flequillo. Flequillo que, al final, tenía un largo aproximado de tres centímetros. Bendije profundamente que la chica que me eligió. Por que si me hubieran cortado el cabello así... bueno, tendría gran drama.
Como ratones de laboratorio, la casi-blancanieves y yo estuvimos mirándonos todo la tarde, riéndonos de cuando en cuando: vamos, compartiendo el "martirio". Cerca de las siete, llegó la hermana de esta mujer a dejarle a su hija, un terremoto de siete años llamado Asia. Traía consigo una máscara de jirafa que había hecho en la escuela y estuvo hablando con los que quedábamos hasta que se cansó. Intentó que también a ella le cortaran el cabello, se manifestó totalmente en contra del cabello del mismo estilista y esperó, paciente, a que su madre recibiera los últimos toques del estilista y el maestro, quien corrigió los últimos detalles.
Cuando por fin la terminaron, yo todavía estaba en el proceso de corte. El profesor le preguntó a Asia si le gustaba cómo había quedado su mamá (cabello intensamente negro, cortísimo, ultramoderno... destinado a perder la forma en una semana). Asia dudó. Iba a decir algo... Le volvieron a preguntar: "¿te gusta cómo se ve tu mamá?". Asia suspiró ante el súper moderno look de su madre y preguntó a su vez: "¿no la puedes poner pija?".
Todos soltamos una carcajada. Pero en el fondo, entendí el reclamo de la pequeña: sí, para los demás puede ser muy cool que yo tenga una madre muy cool, pero yo lo que quiero es una pija de esas normalitas, como las mamás de mis compañeros. Vamos, ella lo que quería seguro era que le pusieran una melena chocolate con reflejos cobrizos y se lo plancharan... como lo que me hicieron a mí.
El episodio me hizo recordar uno de mis cuentos favoritos de Cortázar, "Educación de Príncipe"
Los cronopios no tienen casi nunca hijos, pero si los tienen, pierden la cabeza y ocurren cosas extraordinarias. Por ejemplo, un cronopio tiene un hijo, y en seguida lo invade la maravilla y está seguro de que su hijo es el pararrayos de la hermosura y que por sus venas corre la química completa con aquí y allá islas llenas de bellas artes y poesía y urbanismo. Entonces este cronopio no puede ver a su hijo sin inclinarse profundamente ante él y decirle palabras de respetuoso homenaje.
El hijo, como es natural, lo odia minuciosamente. Cuando entra en la edad escolar, su padre lo inscribe en primero inferior y el niño está contento entre otros pequeños cronopios, famas y esperanzas. Pero se va desmejorando a medida que se acerca el mediodía, porque sabe que a la salida lo estará esperando su padre, quién al verlo levantará las manos y dirá diversas cosas, a saber:
-¡Buenas salenas cronopio cronopio, el más bueno y más crecido y más arrebolado, el más prolijo y más respetuoso y más aplicado de los hijos!
Con lo cual los famas y las esperanzas junior se retuercen de la risa en el cordón de la vereda, y el pequeño cronopio odia empecinadamente a su padre y acabará por hacerle una mala jugada entre la primera comunión y el servicio militar. Pero los cronopios no sufren demasiado con eso, porque también ellos odiaban a sus padres, y hasta parecería que ese odio es otro nombre de la libertad o del vasto mundo.
Y bueno. Quién sabe cuál será la venganza de la buena de Asia, que puede acabar siendo física nuclear para desesperación de su madre, profesora de yoga. Lo que sí sabemos es que al final de la tarde de ayer, Asia salió del sitio disfrazada de jirafa. Su mamá, de mujer liberada y ultramoderna. Y yo, bueno... yo con corte de cabello de pija.
23.2.06
Anotación - un poema de Pessoa
Para ser grande, sé entero. Nada
tuyo exageres o excluyas.
Sé todo en dada cosa. Pon cuanto eres
en lo mínimo que hagas,
Así en cada lago la luna entera
brilla, porque alta vive.
tuyo exageres o excluyas.
Sé todo en dada cosa. Pon cuanto eres
en lo mínimo que hagas,
Así en cada lago la luna entera
brilla, porque alta vive.
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