4.2.04

Málditos vampiros inútiles

Esta mañana, fuí a la casa de los vampiros inútiles. Todo tan pulcro, tan blanco, tan exageradamente irreal. Entras a la casa de los vampiros inútiles y te preguntan que porqué te van a sacar la sangre. Es necesario que llegues con una hoja de petición firmada por un doctor o conozcas bien cuáles son las letras:

"Estimado señor X: Le ruego que le saque a la señorita Y las respectivas dosis de sangre. Suyo, Z".

Y bueno. Que llega uno. Después de una noche de insomnio, hay que fingir valor. Fingir que no nos importa ser agujereados. Además... ¡uno paga por que le quiten la sangre! ¿Tiene eso alguna clase de lógica?

Esperé durante mucho tiempo. Llegó el momento y yo, amable, me descubrí el cuello. ¡Pero no! Me sentaron frente a un banquito cubierto de azul, tomaron una jeringuilla ("todo el material es estéril y desechable", dijeron) y tres tubos, tres ENORMES tubos de ensayo. No pude ver. Me descubrí el brazo. Mientras lo hacía le dije a la señorita vampiro - muy mona en su uniforme, con cara de malvadez - "por favor, con cuidado. Soy MUY gritona".

Cerré mis ojitos. Sentí como los tubos de ensayo al vacío sacaban mi sangre como si fueran vampiros de verdad. Uno. Dos. Tres. Y luego el ligero ardor del alcohol sobre la herida.

Cinco minutos después, una vendita descansaba sobre mi brazo. La verdad sea dicha, no me dolió tanto. Lo que me duele es que desperdicien la comida. Sacar sangre para jugar con ella es francamente una abominación.

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