26.2.16

Lo tenemos escrito en toda la cara...

Se nos nota. Somos esos. Y la gente, a lo lejos, nos mira con una mezcla de dulzura, fastidio y envidia. Envidia porque somos esos, los que descubrimos lo que ellos ya no pueden ver. Los que en lugar de refugiarnos debajo del paraguas, del gorro, de la puerta más cercana, nos quedamos ahí, en la esquina, en la mitad de la calle. Y vemos con asombro cómo el cielo se convierte en agua se convierte en hielo se convierte en una cosa esponjosa, que no hemos visto nunca - o que si habíamos visto, hemos olvidado a voluntad para redescubrirla. Y es como una pluma, pero más bien es como un susurro o un haz de luz o ese momento donde más bien retienes la respiración porque hay algo en la vida que se te está escapando y quisieras que por un par de segundos más se te quede entre pecho y espalda.

Sabemos, imaginamos, que no durará. En otras latitudes, en otros momentos, el temor podría ser a que esto continúe durante horas. Para nosotros el temor es que los copos que se caen al suelo y se desparecen terminen, de pronto, se acaben.

Los que nos acabamos de mudar a los países del norte llevamos en la cara, todavía, la sorpresa. Sacamos el móvil y tomamos fotografías inútiles. Queremos quedarnos afuera, mirar como por un segundo parece que la ciudad se volverá blanca. Tenemos el asombro escrito en toda la cara: nosotros y los niños, los perros, los que se emocionan fácilmente con las cosas sencillas...

(Al entrar a casa, como era de esperarse, dejó de nevar. Y yo, sin embargo, siento todavía la caricia tan efímera de los copos en mis pestañas y espero que siempre, siempre, me siga sorprendiendo).

19.2.16

Insomnio

No importa con qué frecuencia suceda, una vez que está ahí, instalado junto a ti en la cama, parece que es la peor de todas. Te despiertas y crees que, seguramente, podrás dormirte de nuevo. Porque es lo que usualmente sucede - lo que debería suceder. Pero hay días que no es así. No se puede. Porque en el momento en el que cierras los ojos de nuevo, aparecen frente a ti un millón de posibilidades. De cosas. Y no precisamente los borregos que deberías estar contando para quedarte dormida.

Hay pocas soluciones. Intentar calmar tu mente - pero cuando empiezas con eso, recuerdas que tus intentos con la meditación (y para el caso con el yoga, el jogging, o casi cualquier otra rutina) no han sido muy alentadores. Y escuchas en algún rincón de tu cerebro aquella técnica maravillosa que no falla nunca. Y recuerdas cómo te quedabas frita (o casi) rezando el rosario cuando eras niña. O aquello de que las notas de la clase de biología eran como el más potente somnífero, sobre todo cuando tenías un examen al día siguiente.

Por tu cabeza pasan, sin orden ni concierto, todas esas cosas que te preocupan: todoaquí, que diría Quino en una tira de Mafalda. Viajes, bancos, dietas, carreras, trabajo, falta de trabajo, artículos pendientes, la novela que nunca se escribió, el blog...

Y estás así dos horas en la cama, sin dar vueltas tampoco porque no quieres despertar a quien duerme junto a ti. Hasta que te escurres de la cama y sales de la habitación con una manta y una almohada a cuestas. Y comienzas a escribir. Como si fuera remedio para cualquier cosa.

3.2.16

IFFR: Martes de búsqueda

Cinco películas en un día son maravillosas pero difíciles de repetir. Desde ayer, algo me decía que el martes no sería tan pleno. Comienzo últimamente los días como quien abre un cuaderno en blanco para escribir: con un cierto pánico y una enorme emoción de no saber cómo terminarán.

Tuve una de esas mañanas de hacer cosas en casa, en pijama, hasta que ves a la vecina muy bien arreglada con visitas en su jardín. Lo de vivir en casas con grandes ventanales es lo que tiene - subir, ducharse,y seguir en el trabajo hasta que llega la hora de la primera... no, la segunda película que quería ver. Me distraje y perdí una de Ripstein, que anda por ahí. Intuí anoche mirando la programación que quizá sería mi día de México. Algo relacionado a las raíces. Después de todo, es día de la Candelaria (y de mi Martha querida).

Con un tamal en el estómago me fui a ver Yo (Matías Meyer, México, 2015). Sólo duraba 80 minutos y tenía muy buenas perspectivas: basada en un cuento de Le Clèzio, con un actor principal muy mencionado y muchos, muchos apoyos internacionales a la producción. Hay cosas en las que está muy bien: vi México, con sus restaurantes de carretera, con sus pollos frescos (que me parece más plausible que se maten como muestran aquí que como mostraba Babel), con su gente trabajadora a pesar de los pesares. Pero luego me hizo pensar en esta cosa loca que hay de mostrar a México siempre de una cierta manera: tengo que reconocer que me alivió no ver al narco por ningún lado, pero sí a la violencia, al maltrato, a la sospecha. Iba buscando demasiadas cosas en la película y encontré algunas sí, pero no se convirtió en mi favorita.

Me iba a casa - otra vez con lo mismo - pero en quince minutos más empezaba en el mismo cine algo que se llamaba Notes on Blindness (Peter Middleton, James Spinney; Reino Unido/Francia, 2016) y que no me puedo quitar de la cabeza. La película tenía un storyboard sonoro antes de comenzar: está basada en las grabaciones que hizo el teólogo y escritor John Hull para explicarse a sí mismo su ceguera. Los directores decidieron recrear las cosas que describe, con actores y un despliegue de imágenes exquisitas. No quiero olvidarme nunca, por ejemplo, de la escena en la que describen (y muestran) las bondades de la lluvia como traductora de la imagen. No estaba aquí, pero la película se acompaña de una experiencia de realidad virtual a fin de entender cómo los sonidos nos traen imágenes.

Mis dos películas del día hablaban de vivir diferente - de literalmente ver el mundo de otra manera que algunos llamarían limitado. En la pausa de la tarde, antes de llegar a casa, paseé por el centro pensando en lo que nos limita a los que no tenemos limitación física "oficial" - cómo a veces descuidamos el cuerpo y la mente también.

Después de la cena, quería todavía ver otra película. Le dije a aquel que si quería acompañarme, pero quería trabajar un rato más. Mis opciones eran una película mexicana y otra sueca: "Ve por la sueca. Con las mexicanas siempre eres más crítica", me dijo. La sueca resultó una película de coming of age (una más), bordada alrededor de la identidad sexual pero con un contexto de magia-ficción. Girls Lost (Alexandra-Therese Keining, Suecia/Finlandia, 2015) está basada en un libro juvenil que ha tenido muy buena recepción y me parecía, durante un rato, que era perfecta candidata para un remake americano. Podía imaginarme las hordas asistiendo a una película donde las chicas maltratadas de clase pasan por un cambio de sexo mágico... pero luego pensé que es demasiado postpostmo. Todo. El planteamiento y la forma en la que la directora no quiere que quieras a los personajes: quiere que los veas, así de complejos como son. Y eso, me temo, no es muy hollywoodesco.

Me senté a escribir esto bordeando la media noche - la disciplina no es lo mío en estos días, pero hay que buscarla. Buscarla como se busca el sentido de los sueños, de nuestra ceguera (a veces tan imperceptible), de nuestros cambios que no siempre logramos entender. Creo que antes iba al cine a escaparme un poco: ahora, cada película que veo, me regresa mejor digerido un pedacito de lo que me preocupa en general. No deja de ser una actividad lúdica, pero a veces uno necesita explicarse las cosas desde la ficción para entenderlas mejor.

2.2.16

IFFR - De domingo a lunes: de estar aquí, de ser mujer

Los caminos de la adaptación son insondables: hoy, mientras caminaba luchando contra el viento, recordé que cuando me fui a vivir a la ciudad de México fue cuando aprendí que sola o acompañada, las salas de cine me hacen sentir en casa. Ese lugar oscuro, esa especie de útero, donde podía descansar de todas mis ansías clavando mis ojos en la pantalla y mis esperanzas en las de los personajes. Ahí, en la oscuridad, me sentía acompañada: por el abrazo aterciopelado de las butacas, por el sonido surround, por quienes se tomaban el tiempo para ir conmigo al cine o por los que, como yo, iban solos y se sentían aún así, parte de algo.

Hoy comenzó una vida diferente en Rotterdam. Después de casi dos meses de visitas, una mudanza aún inconclusa, una graduación y un cumpleaños, ayer que les dijimos adiós a los compadres y a B, me dí cuenta que esto comenzaba, de nuevo. Que afuera había unas ráfagas de viento imposibles y también un festival de cine esperándome. A mi la idea de que una docena de las salas me queden a diez minutos caminando me mata de la emoción. Pero bueno... una persona sin trabajo y con cosas que escribir no puede comprar boletos así como así... pero puede aprovechar el 50% del lastminute.

La cosa es así: el IFFR- Festival Internacional de Cine de Rotterdam cumple 45 años y tiene programadas una cantidad tremenda de pelis buenísimas. Uno puede ser parte del festival y tener una identificación - o puede aprovecharse de que 40 minutos antes de cualquier función, si hay boletos disponibles, los rebajan al 50%. Y así, se pueden ver más pelis. Decidí entonces, dejarme hacer la programación por los boletos baratos disponibles en películas que pueda entender*.

La primera película la vi en domingo y la pagué completa: A Woman, A Part (Elisabeth Subrin, USA, 2016), sobre una actriz en sus cuarenta que duda sobre si quiere continuar actuando y se enfrenta de paso a algunos errores del pasado por acción o por omisión. La encontré fantástica y angustiante: a mi también me desconcierta que me llamen señora. A mi también me pasa que no sé si puedo seguir haciendo lo que he hecho toda la vida (i.e. escribir) pero cuando me pongo me doy cuenta que me es casi tan fácil como respirar. Yo también quiero encontrar el punto de quiebre.

El tema femenino se quedó conmigo el lunes: nos despertamos tempranísimo para hablar con el pintor sobre cosas que aún quedan pendientes y después me quedé yo recogiendo aún restos de las visitas - lavando sábanas, doblando camas inflables, guardando los medicamentos que me dejó mi mamá, organizando armarios. Hay mucho que hacer en la casa - y a ratos no quiero hacerlo o me siento rara por estar haciéndolo en lugar de dedicarme a cosas importantes. Pero era mediodía cuando sentí que podía irme al cine, corriendo, a ver una película que se llamaba Paradise (Sina Ataeian Dena, Alemania/Irán, 2015). Filmada en Irán sin permiso, la descripción era que trataba de los problemas que enfrentan las mujeres en el país. La película me gustaba visualmente: me recordaba una vez más lo mucho que se parecen algunas partes de México a esos países que no conozco. Pero por más que lo intentaba me fue imposible relacionarme con el personaje principal cuya cara de aburrimiento absoluto pudo conmigo.

Al terminar, salí corriendo porque había visto que en otro cine cercano daban Las Lindas (Argentina, 2016), otra ópera prima pero esta vez de una argentina, Marisa Liebenthal. También ahí se discutían los permisos: de los papás para salir, para vestirse de alguna manera, de los amigos para proyectar los vídeos que hemos hecho de ellos durante el tiempo. Pensé en las veces que he querido escribir algo y me he detenido a pensar qué pensarían las personas que se reconocerían vagamenteonotanto en mis textos. Es una peli jovencita, un poco cruda, pero me gustó - como el sabor de un mango verde, que podría ser mejor pero es sabroso tal cual está.

Otra vez salir corriendo para "hacer las compras" y mirar entonces que está por comenzar el estreno de una adaptación de Jane Austen en otro cine. Y hacer de tripas corazón e ir hacia el teatro más bonito de la ciudad para ver la première europea de Love & Friendship (Whit Stillman, Irlanda/Francia/Países Bajos, 2016) quizá una de las películas más divertidas que he visto, una versión sensacional de Austen. Stillman, nerviosísimo, contó al final de la película que estaba feliz con la recepción a la película y confesó que durante la proyección de la última peli presentada en el IFFR (The Last Days of Disco) estaba tan angustiado porque mucha gente se salía del teatro que se rompió un dedo de la mano. Y sobre la película y las mujeres - Austen: siempre logrando que el amor triunfe, por sobre todos (o bien gracias a todos) los idiotas.

Fin del día - supuestamente. Fui hacia casa a comer algo que no fueran nueces y agua de botella pero, en el camino, descubrí que había una película gratis más tarde y otra que también me interesaba y tenía su última función. Abrí sesión nocturna con Waiting for B. (Abigail Spindel, Paulo Cesar Toledo, Brasil, 2015), una preciosidad de documental sobre los chicos y chicas que acamparon durante dos meses afuera del Morumbí en Sao Paulo para ver a Beyoncé actuar en primera fila. Creo que sin quererlo - o por lo menos el director no fue muy agraciado para describir su trabajo - es un alegato casi impecable en honor a la importancia de la música y los íconos pop en la creación de la identidad y la lucha contra las convenciones sociales.

Un poco de Q&A más tarde, cruzar la plaza principal - a pesar del viento, gracias a la luz - para ver otra peli en exactamente la misma sala que comencé hoy. Arianna (Italia, 2015), de Carlo Lavagna, que trata un tema que a mi siempre me ha fascinado: la intersexualidad. Una chica romana descubre en un verano que en realidad no siempre ha sido chica. Es una mezcla fantástica de película estival y coming of age que podría ubicarse en cualquier lugar y cualquier momento... con las ventajas de unas vistas espectaculares de la Toscana y un exótico guiño a la música mexicana (17 años de los Ángeles Azules). Hablé con el director para comentarle eso y me dijo que estará en el FICG de Guadalajara con todo y Arianna.

Aunque no me encantó la escena final, me gusta el final abierto que Lavagna le dio a su personaje: la posibilidad de entender y quedarse con un poco de todo. No sé si mañana la cosecha de cine dé para todo lo que dio hoy - pero hoy me dio para algo muy importante: volver a escribir aunque sea un poquito. Y eso, en si mismo, se siente como una coming of age movie.

Todo en el confort de una sala de cine.

* La primera vez que vine al IFFR compramos boletos sin fijarnos en el idioma... y vi un montón de películas subtituladas al holandés habladas en idiomas que comprendo aún menos. Es un buen ejercicio, pero no para esta vez.