No todo le duele igual a todo el mundo. Hay quienes son más sensibles a un pellizco, a un olor, a un sonido. No todo se siente igual sobre la piel. Algunos han desarrollado una piel de bebé, que se vuelve más sensible conforme pasan los años. Como en cuento de Scott Fitzgerald, cada día que pasa, cada segundo, encuentran el mundo más agresivo en contra de ellos. Quizá no se han dado cuenta que son ellos los que van haciendo su piel más fina. Quizá no tienen la capacidad de ver cómo han cambiado (ellos, no nadie más) la forma en que otros los hieren.
Otros, como los elefantes, engrosan día a día su epidermis. Incluso las agresiones más claras, las más directas, las más malintencionadas, les hacen menos daño. A veces hace falta un viaje, un par de años de psicoterapia, una muerte, una canción, un plato roto... pero todas esas cosas trabajan en favor de un callo, una costra, una manera evitar que los aguijones de otros caigan, certeramente, sobre uno.
Y sin embargo hay un margen de error para estos elefantes - un segundo en donde todo lo anterior cambia. Porque la piel se engrosa contra los que van contra uno: llámense críticos, malvados o locos. No es que no duela - sí que duele, pero se pasa. Sí que duele, pero se perdona. Sí que duele, pero se olvida. Y hasta parece que se pudieran borrar, de facto, todas esas cosas. Que se pudiera cada uno quedar sólo con los buenos recuerdos, olvidándose del dolor....
Pero hay una excepción: hasta el más duro de los elefantes mira con ojos de furia a aquel que pone su dedo, su uña, su aguijón, su cuchillo, contra alguien a quien ama. Al elefante puede no dolerle a él, en su piel, en su respiración. Pero lo que no le duele en esa cáscara, sí que se siente en todo lo demás, en cada rincón.
Es entonces cuando incluso el elefante recupera la piel de bebé, la sensibilidad de la medusa, la claridad de una aurora bóreal: nadie que haya lastimado a alguien a quien amas es perdonado. Perdonas por ti. No por otros.
El elefante, en momentos como esos, recuerda otra de sus características: cambia entonces el no sentir por el no olvidar.
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