8.2.14

Distancia relativa

Cierro los ojos. La crónica hoy viene desde adentro. Es sábado por la noche. Hace frío. Estoy en casa, con un suéter de lana, porque hace más frío adentro que afuera. Es lo que tienen las casas viejas, de techos altos, de suelos de cerámica. Mi cama está cubierta de papeles que me gritan que hace meses que no organizo todas las cosas que guardo para recordar. No he tenido tiempo de organizar los recuerdos - se agolpan, se encabalgan, se tropiezan, como en aquella casa de los cronopios de Cortázar.

Cierro los ojos. Intento concentrarme en mi respiración. Por mi cabeza pasan un montón de pensamientos, de esos de los que no lo dejan a uno concentrarse cuando está intentando esa cosa imposible que se llama meditar. Pero hago lo que me enseñaron - miro al pensamiento, lo abrazo, lo reconozco, lo dejo ir. Algunos regresan y otra vez se ponen en frente de mis ojos cerrados. "Hazme caso, escúchame, déjame que te inquiete, que te angustie, que te rompa, que te vuelva a pegar". Y lo ves frente a ti, como un niño caprichoso. Como uno de esos recuerdos. Y le tocas la cabeza, lo medio despeinas, le dices que sí, que no vaya a tropezarse... lo dejas ir.

Cierro los ojos. Este año ha empezado lento y rápido. Hoy me doy cuenta que es la primera vez que paso a escribir por aquí - he atendido otros aparadores, pero no este. Y hay, tanto, pero tanto que contar.

Cierro los ojos. Y aquí, mientras el frío me abraza, pienso también en todos los que me abrazan sin estar aquí. Algunos en este ciudad, otros en este país, en este continente... y otros lejos, tan lejos, tan lejos que incluso se han ido de este mundo físico. Pero siguen aquí. Y todos de pronto se meten en las fibras de mi suéter de lana y me abrazan, me pasan la mano por la espalda, me revuelven el cabello y me dicen que corra con cuidado, que no vaya a lastimarme.

La distancia es siempre relativa. La felicidad es siempre momentánea. Y a veces hacen falta que se rompa todo y tardar mucho en construirse de nuevo para darse de cuenta que siempre, siempre, siempre habías tenido aquí lo que querías. Cierro los ojos. Y me doy cuenta que eso que yo era sigue ahí.

Cierro los ojos. Observo. Cosas que le pasan a uno por la mente un frío sábado de febrero.

No hay comentarios.: