27.1.13

Despertar con música para planchar

Saben los que han vivido conmigo que hay una manera infalible de asegurarse que esté de mal humor todo el tiempo: que me despierten con música a todo volumen y, aún peor, que esta música sea de violines. Hoy, después del trajín de maletas una vez más (todavía no se acaba el periplo) desperté con una grabación en vivo de un croonerwannabe llamado Mijares que se escuchaba mucho en México al inicio de los noventas. Abrí los ojos lentamente - mientras me ubicaba en la ciudad de México, en casa de L, escuché no sólo sus grandeséxitos sino también otros grandeséxitosdelosnoventa en su voz y pensé que, quizá, esta es la peor grabación de la historia. Pero en lugar de estar de mal humor me hizo despertarme pensando en mi casa.
Imaginé que el responsable de tal volumen musical en un domingo a las nueve de la mañana era el señor que cuida y lava los coches en el edificio donde vive L pero no. De pronto, hubo cambio de música, y comenzó a sonar Luz Casal. Con ella, como segunda voz, una de las vecinas del edificio comenzó a gritar casi a gritos, imagino que restregando el sentimiento contra alguna labor casera.
En Barcelona conocí el concepto "música para planchar": básicamente, la música que se pone en casa mientras uno hace quehacer. En mi imaginario, en mi memoria, es muy sencillo definir qué es eso en una imagen: tengo tres años, estoy correteando al perro en casa de mi abuela y del sistema de sonido retumban las canciones en longplay de Juan Gabriel mezcladas con la voz de mi tía que canta, mientras todo se va llenando de un olor inconfundible a limpiador de pino.
No sé a qué huela la casa de la vecina. Sé que hemos pasado de Luz Casal a Chavela Vargas y ni en comparación con esta última la vecina está entonada. Pienso en mis vecinos de Barcelona y en mi costumbre de poner música de Juan Gabriel cuando limpio. Hago una nota mental de nunca empezar en un domingo antes de las diez y media de la mañana. Podría generar un odio irracional a la música para planchar. Sería una lástima.

2.1.13

Mejor/peor inicio

Después del brindis, la cena, las palabras de mi abuelita, los abrazos; algo en la parte interna de mis rodillas comenzó a quejarse. Y el dolor se extendió después a la espalda baja y al centro de mi frente, También al respirar comencé a sentir el aire frío que alimentaba de alguna forma una especie de bosque interno en medio de mi pecho.
Era un resfriado.
No podía sorprenderme: entre la lluvia, el cambio de clima y los incontables abrazos a primos, amigos, sobrinos y tal que tenían la nariz como una llave que gotea, era normal. Desperté el 1 de enero de 2013 con la boca seca y una tos constante - una nariz, yo también, como llave.
Afuera, a través de la ventana, la lluvia. Guadalajara lloviendo en invierno, las cabañuelas, que las llamaba mi abuelo. Estrictamente, son una buena señal. Si llueve los primeros días del año quiere decir que también lloverá correctamente en junio, julio y agosto (cuando aquí se cae todos los días el cielo).
Me arremolino entre las cobijas. A intervalos regulares, viene mi mamá a revisar que la fiebre no esté muy alta, que no tenga una pierna fuera de la manta, que no me haya puesto a hacer demasiadas cosas. Tengo permitido leer, escribir, bajar a la cocina a comer... aunque ella quisiera traérmelo y convertir la habitación en un centro completo de cuidados.
A decir verdad, me siento mal. Me gustaría salir a tocar las hojas del guayabo, perladas por horas y horas de lluvia, a ver los pájaros que cantan y el cielo plomizo. Me gustaría ir con mi mamá a comprar las tortillas y la fruta siguiendo el mismo camino que cuando era la niña. Me gustaría tener energía para hacer cosas que necesito hacer.
Pero, también a decir verdad, me siento privilegiada. No todos los años puedo comenzar en una cama escuchando a mi sobrina cantar, a mi mamá trajinando por la casa, a mi padre hablar con mis hermanos. Es un buen lugar. Aunque toque quedarse un poco en cama.