Catalana de adopción pero mexicana de toda la vida, hay cuestiones gastronómicas cuya rareza nunca me he planteado. Para mí, es lo más natural un dulce con picante, un plato de mole dulce con arroz con tomate y comerme una quesadilla con tomate y cebolla acompañándola con una taza de chocolate caliente (más líquido que el peninsular, y con canela).
Me he acostumbrado desde siempre a mezclar lo fuerte con más ligero, lo salado con lo aromático, lo dulce con lo agrio.
Y hay días que son también así: que tienen un sol esplendoroso y un viento que cala. Llenos de promesas y a la vez de despedidas. De falsas modestias y de presunción. De olvidos momentáneos, de cosas que permanecen.
Me queda en la boca (desde ayer) el sabor mixto de las promesas para el futuro. Todavía hoy está. Y espero que dure mucho tiempo.
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