20.11.11

El plumero

La semana pasada, mientras casi se me escapaban unas lagrimitas en medio de un conflicto de trabajo, odié por lo bajo esta cuestión mía de ser tan transparente. No sé a qué achacárselo pero la verdad pura es que miento fatal, me sonrojo con facilidad ante cualquier cosa y me cuesta quedarme callada ante cosas que me parecen mal o incómodas.
Siguiendo una expresión muy "de acá" es muy fácil que se me vea el plumero. Mis "negras intenciones" o mis "agendas ocultas" no lo pueden ser tanto - se ven.
En estos días, los previos a las elecciones en España, la gente que sabe que investigo y trabajo para la promoción del voto me pregunta a veces por quién deberían votar. Me es más fácil dirigirlos a www.elecciones.es (el proyecto en el que trabajo) que decirles algo. Porque incluso al más conservador de mis amigos le pediría que votara la izquierda - porque aunque creo en la alternancia, me da mucho miedo que la gente se olvide de sus pasados. En términos de elecciones, me gustaría poder recomendarle a alguien objetivamente que votara en España por la derecha porque es lo que mejor le pega: lo hago mal. Me sale el rojillo que llevo dentro y se nota.
Entonces también por eso a veces escribo poco de otras cosas -  porque temo que se me vea el plumero y deje entrever que estoy triste o cansada o harta o decepcionada o asustada por la manera en cómo van a ir las cosas o enamoriscada o sorprendida o molesta o perdida. Fácilmente, mis letras también se sonrojan y se retuercen, se esconden. Para no descubrirse. Pero siguen aquí, respirando - releyendo poesía, reacomodando la esperanza con aquello que decía Vinicius de Moraes: que todo sea eterno mientras dure.

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