3.12.10

Ubícate

Hay muchas cosas que alimentan mi insana curiosidad - por no decir mi voyeurismo - en el Facebook. Voy por ahí, viendo cómo amigos de toda la vida y otros de menos tiempo atrás deciden contar, fotografiar o explicar cosas. Yo también lo hago. Pero últimamente me sorprende del todo el uso del Foursquare y otras herramientas de geolocalización.

"Llegué a la gasolinera". "Entré al cine X". "Haciendo lunch con X en el restaurante tal". Todo con nombres y localización de sitios. ¡Hasta con mapas! Me hace pensar en la manera en cómo yo me imaginaba a Dios cuando era más pequeña: qué necesidad de televisión en el cielo si se podía sentar en una nube con un bowl inmenso de palomitas y unos binoculares súpersónicos y mirar hacia la tierra: "Ah... mira, Luis va de compras... otra vez doña Petra saliendo de la Iglesia... y Juan y sus secretaria entrando al motel... ¿creeran en serio que nadie en la oficina se entera?". Y Dios se mesaba las barbas y veía que ver a los humanos en acción era bueno. [Lo siento - siempre me ha parecido que es más un buen observador que un funcionario inquisidor haciendo cuentas: "dos pecados más, un día más de purgatorio... y este... ni revisar el expediente, directo al infierno. Aunque quizá si va a Roma en su próxima gira y se entrevista con el Papa..."].

Total, que me gusta - lo confieso - sentarme en mi nube y con mis binoculares digitales meterme a detalle en la vida de otros. Pero me causa escalofríos que otros sepan exactamente dónde estoy yo. Twitter me asusta cada vez que me pregunta si quiero poner desde dónde salen mis comentarios - que a veces por si mismo se geolocalizan. La diferencia es que YO decido CUANDO decir DÓNDE estoy (suena a anuncio de Bacardí) - no una cosita que está integrada en mi móvil.

Supongo que todo esto viene del placer que encuentro en perderme por ahí sin que nadie sepa dónde estoy - pasión que viene desde que me gustaba leer debajo de mi cama a los nueve años. Y me sorprende que a otros esta pasión no les sobrecoja... Me miro al ombligo, pues, y me maravillo en los otros. Y siento una cierta comodidad en que lo hagan, que me digan donde estoy. Porque así no tengo que recurrir a la madre aprensiva que vive dentro de mí y preguntar: ¿cómo y dónde estás?

Ya me lo dijo anoche la voz que me arulla en sueños: "Todo el tiempo estoy en el camino y no me pasan cosas - no te preocupes. No te puedo ir avisando de todo lo que hago". Tan fácil que sería prenderle el Foursquare en su móvil... y tan traidor.

1 comentario:

Lata dijo...

Antes de cualquier cosa este será un comentario de reclamo porque no me habías avisado que estabas
a) de vuelta
b) siguiéndome en Twitter.

Estoy enojada, al rato vuelvo..

*Lata se retira con la nariz hacia el cielo*