Los últimos tres días los he vivido cual dama de las camelias - según el Duque - postrada a veces en el sillón, otras tantas en la cama. La hora de la cura en la que (espero) me quitarán los tapones de la nariz se acerca. Pero ya he tenido demasiado tiempo para pensar. Muchísimo.
Entre las decisiones tomadas es que el trabajo ya no es una opción. No el que tengo. Que tengo que sentarme verdaderamente escribir. Que quizá no sea tan mala idea quedarse acá hasta que amainen un poco las aguas del otro lado del océano. Y que ya estuvo bueno de quedarse en un trabajo porque da curriculum: hay que buscar uno que dé vida y felicidad.
Hace calor. Una paloma me mira desde la ventana de mi vecino de enfrente. Oigo a unos niños que juegan por la calle de Tiradors, a unos cuantos metros de mi ventana. Acabo de peinarme. Daría mi reino por un baño completo, con todo y lavado de cara. Lástima que mi reino, por lo menos ahora, no sea deseo ni anhelo de nadie que yo conozca. Creo que tengo que volver a recostarme.
23.7.06
21.7.06
Ahogo
No puedo dormir. Afortunadamente, la mayor parte de mi vida he respirado por la boca (mal hecho), pero eso me permite pasarla menos mal ahora. Mi nariz es una tres veces más grande que lo normal. Contra lo que esperaba, lo menos malo fue la operación: el miércoles pasó ante mí como una sombra, no recuerdo más que pocos momentos, entre ellos, algunos salpicados de enfermeras. Me quedan de souvenir, además de mi narizota, sendos moretes en mis manos, ya que me reventaron las venas al ponerme las intravenosas. Tengo calor. La comida no me sabe a nada: distingo el dulce y el ácido, apenas.
Esta mañana, entre sueños, mis papás y mi hermano sacaron sus maletas de mi sala y se subieron a un taxi. No se me escapó que mi papá salió antes, para no verme en el último minuto, para esperar el taxi a pie de calle. Ya los extraño. Ya me siento otra vez terriblemente extranjera.
El lunes debo regresar al hospital a una cura. Tengo -otra vez- algo de miedo. Mi doctora de cabecera decidió darme 60 días de baja, "para que descanse, y por si se quiere ir de vacaciones". Anoche tuve pesadillas por los pendientes que me esperan en la oficina. Qué feo es estar solo, tener sólo la televisión española abierta y pocas fuerzas como para escribir o detener un libro.
(Deberían de construirme un monumento a la quejosa más quejosa del mundo. He dicho)
Esta mañana, entre sueños, mis papás y mi hermano sacaron sus maletas de mi sala y se subieron a un taxi. No se me escapó que mi papá salió antes, para no verme en el último minuto, para esperar el taxi a pie de calle. Ya los extraño. Ya me siento otra vez terriblemente extranjera.
El lunes debo regresar al hospital a una cura. Tengo -otra vez- algo de miedo. Mi doctora de cabecera decidió darme 60 días de baja, "para que descanse, y por si se quiere ir de vacaciones". Anoche tuve pesadillas por los pendientes que me esperan en la oficina. Qué feo es estar solo, tener sólo la televisión española abierta y pocas fuerzas como para escribir o detener un libro.
(Deberían de construirme un monumento a la quejosa más quejosa del mundo. He dicho)
17.7.06
Orgull
No le falta la o. Es simplemente que, atada a la capital catalana como estoy, digo en catalán que estoy orgullosa del querido Bef, quien se ganó por unanimidad el premio Memorial Cañadas a la mejor primera novela policiaca presentada a la Semana Negra de Gijón. Ojalá que lleguen golondrinas que lo traigan pronto a Barcelona, para celebrarlo.
Intermitencias del verano
Estoy aquí, en mi oficina, sudando. Copio cds con la tarifa y el catálogo. Reviso hacia arriba y abajo mi presupuesto. Y pienso. No dejo de pensar en la anestesia general del próximo miércoles. ¿Y si me cambia la voz? ¿Y si se equivocan en el quirófano y en lugar de ensancharme la parte interna de la nariz me hacen cualquier otra cosa? Uy. Creo que tengo miedo.
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