Entré a la función de las 18:00, de las 19:30 y de las 22:20. La segunda película la alcancé ya comenzando. Entre la segunda y la tercera tuve una hora para pasearme por el centro comercial sin saber qué comer que no afectara el régimen, luego entré al super mercado y me fui caminando hasta la orilla del mar. Ahí cené mi cena de supermercado - con el fondo del sonido del oleaje y la voz de mis amigos, a los que llamé para contarles que había ido a tres sesiones de cine seguidas.
Mientras regresaba - en un taxi, sola también - me dí cuenta de por qué los había llamado si esto antes para mí era normal: necesitaba hablar con alguien, contarle todas las ideas y las cosas y las imágenes que me habían generado en la mente las otras imágenes en la pantalla.Yo antes hacia esto, pero siempre con los amigos de la universidad, con algún novio... tres sesiones en solitario pueden ocasionar un grave cacao mental.
Sigue gustándome ir al cine sola. Pero creo que para tanto estímulo necesito un sparring. Alguien a quien contarle lo que ví. Como al que lee este blog.
29.9.11
2.9.11
Peter Pan también vuelve a la escuela
Ahora resulta que las reflexiones más importantes de nuestra vida las hacemos con amigos de siempre pero no frente a una taza de café o a un vaso con dos hielos y bourbon, sino a través de un chat - en momentos robados de la oficina, de un lado a otro del mundo.
Con los que están aquí y los que están allá hay dos opciones: o nos hablamos de las vidas que han seguido los planes conocidos (esa casa nueva, las niñas que ya van a la escuela, el trabajo de ejecutivo en la capital financiera, los pacientes satisfechos...) o nos preguntamos ahora qué sigue en los que dimos en algún momento un golpe de timón.
Con septiembre, todo el mundo regresa a una cierta normalidad de actividades. Yo y los clientes, las fechas límite, las cosas por venir. Sí, sigue haciendo calor pero y qué: ahora la playa parece que está un poquito más alejada que lo que estaba hasta ahora. No hay error en la geografía - hay cambio en las necesidades. Y resulta que algunos se preocupan por los resultados financieros, por las hipotecas y las pensiones, por el nuevo trabajo que no llega, por las cosas que no han salido como se imaginaban. Algo así como la gente que se gradúa de la Ivy League y acaba trabajando en una cafetería porque, bueh, es lo único que hay que hacer.
Es septiembre e incluso en Barcelona y la tierra de los freelances, hay que volver. Ponerse de cabeza en lo que tendría que haberse cerrado y terminado hace dos meses. Ver claramente hacia los próximos siguientes. Planear. Esperar. Imaginarse... pero tanto trabajo tiene que estar acompañado de algo. Aunque sea de una buena canción y una cerveza al final de la tarde.
Al final de cuentas, que yo sepa ninguno hemos recibido un aviso de desalojo del ReinoDeNuncaJamás.
(Gracias a Felix Duque por la canción)
Con los que están aquí y los que están allá hay dos opciones: o nos hablamos de las vidas que han seguido los planes conocidos (esa casa nueva, las niñas que ya van a la escuela, el trabajo de ejecutivo en la capital financiera, los pacientes satisfechos...) o nos preguntamos ahora qué sigue en los que dimos en algún momento un golpe de timón.
Con septiembre, todo el mundo regresa a una cierta normalidad de actividades. Yo y los clientes, las fechas límite, las cosas por venir. Sí, sigue haciendo calor pero y qué: ahora la playa parece que está un poquito más alejada que lo que estaba hasta ahora. No hay error en la geografía - hay cambio en las necesidades. Y resulta que algunos se preocupan por los resultados financieros, por las hipotecas y las pensiones, por el nuevo trabajo que no llega, por las cosas que no han salido como se imaginaban. Algo así como la gente que se gradúa de la Ivy League y acaba trabajando en una cafetería porque, bueh, es lo único que hay que hacer.
Es septiembre e incluso en Barcelona y la tierra de los freelances, hay que volver. Ponerse de cabeza en lo que tendría que haberse cerrado y terminado hace dos meses. Ver claramente hacia los próximos siguientes. Planear. Esperar. Imaginarse... pero tanto trabajo tiene que estar acompañado de algo. Aunque sea de una buena canción y una cerveza al final de la tarde.
Al final de cuentas, que yo sepa ninguno hemos recibido un aviso de desalojo del ReinoDeNuncaJamás.
(Gracias a Felix Duque por la canción)
1.9.11
El fin de agosto, Boijmans y el Futuro
Privilegio que tenemos los que nos hemos convertido en viajeros constantes, regresamos a algunas ciudades que no son propiamente "nuestras" pero las consideramos parcialmente de nuestra propiedad. A pesar de no entender todo lo que se habla en las calles sabemos, por ejemplo, cómo leer un menú, qué estación del metro es la más cercana al mercado y qué día de la semana el museo más bonito de la ciudad no cobra entrada.
En Rotterdam, el Museo Boijmans Van Beuningen es gratuito los miércoles - mejor que cualquier dos por uno. Y yo me siento incluso culpable de estar aquí un miércoles y no ir, aunque sea a visitar a esos Magrittes que ya se que me encantan, a asomarme a sus jardines, a ver la colección de diseño industrial que incluye un walkman sony de aquellos amarillos. Es, digamos, mi cita con la ciudad.
Ayer fuí al Boijmans y entre otras cosas maravillosas que me encontré, fuí al Futuro. El Futuro es una pieza de plástico hecha en 1968 por el arquitecto finlandés Matti Suuronen. En los sesenta, había esta corriente de construir espacios para vivir que pudieran llevarse e instalarse por todos lados, que fueran muy baratos - el plástico era barato entonces - y solucionaran el problema de la vivienda mundial. Tan fácil como construirla y llevarla ahí donde fuera necesaria. Futuro era una casa con forma de OVNI que ya se entregaba amueblada y donde podían caber ocho personas - bajitas, he de decir.
Ni para qué explicar que el proyecto fue un poco una ruina. Sin embargo, se construyeron 96 casas que dan vueltas por el mundo y recuerdan ese momento de diseño y de ilusión. El Boijmans compró una de las casas y le dió un súper salón en donde se puede entrar a verla - siempre y cuando esté uno dispuesto a no tocar, ponerse unos patucos como quirúrgicos y aguantar el olor a plástico viejo. A mí esas cosas no me amilanan así que pude entrar a verlo por dentro: y fuí muy feliz.
La "Wombhouse" del Atelier Van Lieshout. Ellos ya no pretenden que la gente de facto viva en sus trabajos, pero tienen muchos artistas trabajando para ellos. En caso de que no se entienda, a aquellos que dicen que les gustaría volver a la calma del seno materno, pues esto es una "casa" diseñada como un útero. La cama en el centro, en uno de los ovarios una cava y múltiples cosas entretenidas.
Este Magritte que yo no conocía (Le modèle rouge III, 1937). Me gustó. No tanto como me gusta "La Reproduction Interdite", pero me gustó.
La calma de esos ejecutivos sentados en los jardines del Museo, disfrutando de los rarísimos rayos de sol que bañaron la ciudad la tarde de ayer.
Cerré agosto como había que cerrarlo - visitando el Futuro y disfrutando de la calle.
En Rotterdam, el Museo Boijmans Van Beuningen es gratuito los miércoles - mejor que cualquier dos por uno. Y yo me siento incluso culpable de estar aquí un miércoles y no ir, aunque sea a visitar a esos Magrittes que ya se que me encantan, a asomarme a sus jardines, a ver la colección de diseño industrial que incluye un walkman sony de aquellos amarillos. Es, digamos, mi cita con la ciudad.
Ayer fuí al Boijmans y entre otras cosas maravillosas que me encontré, fuí al Futuro. El Futuro es una pieza de plástico hecha en 1968 por el arquitecto finlandés Matti Suuronen. En los sesenta, había esta corriente de construir espacios para vivir que pudieran llevarse e instalarse por todos lados, que fueran muy baratos - el plástico era barato entonces - y solucionaran el problema de la vivienda mundial. Tan fácil como construirla y llevarla ahí donde fuera necesaria. Futuro era una casa con forma de OVNI que ya se entregaba amueblada y donde podían caber ocho personas - bajitas, he de decir.
Ni para qué explicar que el proyecto fue un poco una ruina. Sin embargo, se construyeron 96 casas que dan vueltas por el mundo y recuerdan ese momento de diseño y de ilusión. El Boijmans compró una de las casas y le dió un súper salón en donde se puede entrar a verla - siempre y cuando esté uno dispuesto a no tocar, ponerse unos patucos como quirúrgicos y aguantar el olor a plástico viejo. A mí esas cosas no me amilanan así que pude entrar a verlo por dentro: y fuí muy feliz.
Una chica dentro de Futuro. Yo la fotografío desde afuera.
Un hombre saliendo de Futuro. Nos estuvimos siguiendo por el Museo y salimos al mismo tiempo porque estaban por cerrar. Caminamos lado a lado por como cinco minutos hasta que él se quedó en su hotel (o se escondió en el lobby de un hotel). No sé cuál de los dos estaba más asustado. Creo que él - al final, yo le había tomado fotos.
La sala del Futuro. Con ventanas y vistas al exterior.
Vista desde el baño a un guardia del Museo cansado y que miraba su reloj para que dieran las cinco.
Yo misma, feliz, posando delante de Futuro.
Tengo que decir también que, además de ver el futuro, ví otras cosas muy lindas en el Boijmans. Las que ya se que me gustan, como el edificio mismo, la colección permanente que hace dar mucha envidia a mucha gente, los guardias que se estaban riendo y picándose las costillas y otras cosas maravillosas y sorprendentes como:
La "Wombhouse" del Atelier Van Lieshout. Ellos ya no pretenden que la gente de facto viva en sus trabajos, pero tienen muchos artistas trabajando para ellos. En caso de que no se entienda, a aquellos que dicen que les gustaría volver a la calma del seno materno, pues esto es una "casa" diseñada como un útero. La cama en el centro, en uno de los ovarios una cava y múltiples cosas entretenidas.
Este Magritte que yo no conocía (Le modèle rouge III, 1937). Me gustó. No tanto como me gusta "La Reproduction Interdite", pero me gustó.
La calma de esos ejecutivos sentados en los jardines del Museo, disfrutando de los rarísimos rayos de sol que bañaron la ciudad la tarde de ayer.
Cerré agosto como había que cerrarlo - visitando el Futuro y disfrutando de la calle.
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