12.5.05

Pequeños placeres de calle

Ayer se reinauguró - después de seis años de obras - el Mercado de Santa Caterina. Está tan nuevo, que todavía tiene la sensación de estar en obras, de cuando te mudas a tu casa sin que se terminen de poner las puertas de madera o algunos detalles en los baños. Y sin embargo... era tan feliz.

Ni la fruta novísima, o la carne fresca, o el pollo o el huevo. No. Eran las sonrisas de sus dueños. Las sonrisas nuevas, la emoción de estrenar todos juntos una casa nueva. Tanta sonrisa que invitaban a seguir comprando, a continuar paseando entre pimientos, picadas de carne, quesos y cigalas.

Entre todas las novedades, la tienda más llena era el supermercado que pusieron ahí, dentro del mercado. A mí me pareció traición entrar, cuando las sandías sonreían igual que sus tenderos en los pasillos del mercado verdadero.


Hoy estaba tomando una cerveza con mis compañeros en la plaza de San Pere. Nos disputábamos el espacio con una decena de niñas y niños que jugaban futbol. De pronto, vimos entrar a un auto a la calle usualmente peatonal y lo siguiente fue escuchar como el balón de futbol tronaba. Una de las chicas soltó el llanto inmediato. Era un balón de piel. Y no parecía que nuevo, pero tampoco parecía que los chicos - todos hijos de inmigrantes de todos los colores y sabores - tuvieran demasiados en sus casas, u oportunidades de comprar otro.

Entre el llanto, la chica dueña del balón corrió a imprecar al chico en su auto convertible. El conductor escuchó el reclamó y luego comenzó a llamarla, mientras ella se iba corriendo, toda lágrimas. Al final, apagó el automóvil. Los compañeros de juego fueron por la chica , quien regreso a regañadientes. Y el conductor le dió un billete para que se compraran un balón nuevo. Y se fue. Los niños salieron corriendo en grupo hacia otro lado de la calle.

Seguí platicando con Cristina. Pensaba dentro de mí qué habría pasado con el dinero, cuándo comprarían su nuevo balón. La respuesta llegó quince minutos después. Todos, los diez chicos, tenían una sonrisa tan grande como la Plaza Catalunya. El balón nuevo tiene vivos rojos y azules. Es muy bonito y estrenarán mañana por la tarde. Qué ganas de ir a jugar con ellos.

1 comentario:

VerdeCronopio dijo...

que lindo detalle,

el dueño del auto acepta su culpa y les da dinero para un balón; y los niños con ese dinero compran efectivamente un balón.


Mi mente cochambrosa pensó en miles de terminaciones a la histora menos esta.

:)