La primera jacaranda
Hace varias semanas, de regreso de una junta en Cuautitlán Izcalli, vi una jacaranda florida. En medio del calor, del cansacio por la reunión y lo que venía, me sentí un poco más viva. Más yo. Fue feliz.
La semana pasada, quizá el lunes, me levanté de mal humor (como es mi costumbre). Mientras el Duque y yo bajábamos las escaleras del Castillo de Chuchurumbel, completamente modorros, hacia el brioso Alien, la ví: una flor tirada en el piso de mi edificio. Estaba declarado el inicio de la temporada.
Uno de mis colores predilectos es el morado o lila. Siempre me ha parecido magnífico, festivo, lleno de gracia. Durante mi adolescencia y temprana juventud (je) la lluvia continua de jacarandas que se replica en cada calle de Guadalajara me hizo amar profundamente mi ciudad y los recuerdos que me trae.
Cada día hay más flores moradas en el suelo. No tantas como las que se acumulan en Avenida La Paz, o en la Colonia Americana en general, pero muchas. Siempre es lindo compartir parte de la emoción colorida, tener la oportunidad de revivir el momento. Siempre es lindo.
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