16.8.15

La siesta (97)

Hay gente a la que no le gusta dormir... y creo que durante mucho tiempo a mi tampoco. Hace apenas un par de años que descubrí que descanso, vivo mejor, estoy de mejor humor cuando duermo más. Hoy, la última hora de la mañana que dormí, fue una constante pesadilla. Recuerdo que vi gente de todos los sitios donde he trabajado, casas en las que he vivido y donde pensé que viviría y donde soñé que viviría. Cosas que he hecho, cosas que he pensado en hacer. Cuando el sol me cayó definitivamente sobre los ojos estaba cansada. Y he estado cansada todo el día.
Por eso, cuando a las cuatro de la tarde decidí meterme a la cama, sabía que lo necesitaba.

No recuerdo haber soñado nada. Sólo que cuando me desperté, con hambre, con sed, era un poco más yo. Y al salir al salón sentí, claramente, el olor de los lirios que la florista me regaló el martes pasado junto con las rosas y las gerberas, habían abierto decididas, casi con rabia, como para mostrarle al verano que todavía no es tiempo de irse.

De la tesis: hoy leí. Pero la verdad es que no cuenta. He hecho poco. Como la dieta, ya mañana será lunes.

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