27.3.10

Witte wijn

Ella quería cenar con una copa de vino. Aunque fuera un día normal, en casa. Era una mala idea - siempre lo parecen esas 150 calorías. Pero se le antojaba tanto esa copa de vino. De vino blanco. Lo pensó mientras preparaba la cena, pero era un exceso. Abrir una botella... para qué, si no podría tomársela sola. No podía, además. Sólo una copa. Pero para eso una botella, no... entonces sacó de la nevera una cerveza sin alcohol y la dejó esperando en lo que terminaba de preparar aquel sandwich (pan de nueces, arúgula, queso, salmón, balsámico).

Cuando el sándwich estuvo listo y sobre la bandeja - cena muchas veces frente al televisor - miró la cerveza. No era mala, pero ella lo que quería era una copa de vino. Abrió de nuevo el refrigerador, metió de regreso la cerveza, sacó una botella. Botella descorchada, media copa grande, un tapón normal y de regreso al frío. En la bandeja ahora, el sandwich y la copa.

Enfrente de la pantalla de la televisión, levantó la copa y la puso entre sus labios. Le dió un trago. Sintió el sabor áspero en la lengua, en las paredes de la boca. Tragó. Se le resbaló una lágrima.

Lo que quería no era una copa de vino cualquiera. Era una copa de vino como esa, con la cena, con la plática entre dos, con los besos que mezclan, con la tranquilidad de la casa y de la compañía.

Y eso lo supo desde la primera gota en su lengua.

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